Cómo prolongar la durabilidad de una caldera 13/08/2020 Aunque hay otras muchas, una de las soluciones más extendidas y utilizadas en nuestro entorno es la caldera de gas. Estos equipos ofrecen considerables ventajas respecto a otros sistemas: Fiabilidad. Facilidad de instalación mantenimiento y conservación. Tamaño reducido. Producción prácticamente instantánea. Precios muy ajustados. Las exigencias normativas en materia de eficiencia energética y los avances tecnológicos han posibilitado que estas máquinas ofrezcan cada vez más prestaciones con menores consumos. Durabilidad de una caldera de gas Una caldera és una máquina que utiliza para su funcionamiento agua, electricidad y gas. Esta combinación exige un programa de mantenimiento preventivo que evite incidencias que puedan afectar al servicio que deben dar, al consumo energético, a la seguridad y, en última instancia, a la durabilidad. Es obvio que una caldera a la que no se le prestan las atenciones adecuadas acortará su vida útil, presentará averías e incidencias con mayor frecuencia y consumirá más combustible. A su vez, ello repercutirá tanto en la economía de funcionamiento como en el incremento de emisiones contaminantes a la atmósfera y el coste por uso. Una simple revisión anual para el control de ciertos elementos críticos reducirá significativamente el riesgo de incidencias, mantendrá los niveles de seguridad y confort e incrementará la “esperanza de vida” del equipo. Se han evidenciado incrementos de consumo del orden del 20% en calderas a las que no se les había practicado ningún mantenimiento en años. Con un consumo medio por hogar de unos 1.000 €/año en combustible, el sobre coste es totalmente inadmisible y nos lleva a casi doblar el precio del aparato en tan solo 5 años, a parte de la emisión a la atmósfera de cantidades evitables de CO2. Se puede entonces inferir que el mantenimiento preventivo es una de las claves que permitirán prolongar la vida de estas máquinas. Tanto es así, que la normativa aplicable exige operaciones de mantenimiento al menos cada dos años realizadas por empresas mantenedoras debidamente acreditadas. Siguiendo estas recomendaciones, una caldera de calidad contrastada puede ofrecer periodos de vida útil que superen fácilmente los 10 años, llegando incluso en algunos casos a más de 20. Lógicamente, en 20 años estos productos experimentan avances y mejoras que desaconsejan mantener equipos obsoletos que ya han entregado lo mejor de sí mismos. Otros factores importantes Más allá del mantenimiento sistemático, otros elementos influirán de manera decisiva en la duración de la vida útil de una caldera. Como ya se ha expuesto, estas máquinas funcionan con agua, gas y electricidad. Cada uno de estos fluidos puede estar detrás de ciertas patologías que interfieren en el funcionamiento correcto y que pueden acortar los plazos entre mantenimientos, incidencias y finalmente obligar a la sustitución prematura. El agua El agua es el fluido caloportador. Podemos diferenciar entre un circuito abierto (en una extracción de ACS, el agua utilizada para higiene se vierte al desagüe), cuya renovación es constante y un circuito cerrado, empleado en la instalación de calefacción y para transferir energía térmica por intercambio al agua fría de red hasta calentarla y convertirla en ACS. El agua que se dispone en las viviendas procedente de la red pública está tratada para que sea segura y potable para consumo humano. A pesar de ello, suele contener una gran variedad de impurezas y sustancias en disolución que pueden interaccionar con los elementos que forman parte de la instalación térmica, uno de los cuales es la caldera. Los problemas más habituales ocasionados por el agua de aporte a las instalaciones son la acumulación de partículas en suspensión, que pueden producir averías por obstrucción de elementos como válvulas, intercambiadores de calor, tubos de interconexión, etc. que pueden iniciar procesos de corrosión y de contaminación microbiológica. En determinadas zonas, el alto contenido en calcio y magnesio produce precipitaciones que obstruyen los conductos tanto dentro como fuera de la caldera, dificultando la circulación del agua y por consiguiente, el transporte de energía térmica, dando lugar a averías por sobretemperatura que aceleran los procesos de envejecimiento de los equipos. El agua de suministro también contiene cantidades considerables de gases disueltos; el dióxido de carbono facilita la formación de carbonato cálcico; el oxígeno es altamente corrosivo, aunque tiende a desaparecer rápidamente con el incremento de temperatura del agua. Las aportaciones continuadas de agua a las instalaciones terminan por producir graves corrosiones, principalmente en los elementos ferríticos. La mayoría de los intercambiadores de calor de las actuales calderas están construídos en acero inoxidable y suelen perforarse por esta causa. En conclusión, es importante que las instalaciones estén limpias, libres de impurezas, tratadas adecuadamente y libres de fugas que exigen restablecimientos continuados de la presión para evitar averías graves o cuya reparación se presuma antieconómica. La alimentación eléctrica El fluido eléctrico es el causante de muchas incidencias en aparatos como las calderas. Fluctuaciones, caídas de tensión y sobretensiones pueden ocasionar la muerte súbita de los componentes electrónicos y eléctricos. Las descargas por tormentas eléctricas causan graves daños. El combustible Aunque es raro, en ocasiones las canalizaciones de gas pueden arrastrar materiales que provocan la obstrucción de los mecanismos de gas. Otras incidencias tienen su orígen en fluctuaciones de la presión de suministro o el corte por malfuncionamiento de los equipos de medición y seguridad. La importancia de la puesta en marcha La mayoría de los fabricantes ofrecen este servicio de forma totalmente gratuita para el usuario, siendo primordial la regulación de potencias en función de las cargas térmicas de cada domicilio. En esta intervención, el Servicio Técnico Oficial podrá detectar defectos de instalación y aportar esa información para que puedan ser subsanados, poniendo énfasis en los aspectos relacionados con la seguridad. También facilitará información relativa al uso adecuado y eficiente de la caldera y a su mantenimiento para una larga vida de servicio, minimizando el riesgo de incidencias. Estas aparecen sin previo aviso y suelen hacerlo cuando más necesario es el servicio que han de satisfacer. 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